CONSULTORES, BUENOS, MEDIANOS Y MALOS (COMO TODO EN LA VIDA).

Mi principal y más duradero trabajo como director fue en una empresa industrial vinculada a construcción. En el 2007-2008 los bancos empezaron a ponerse nervioso y nos fueron retirando toda la financiación, esto nos llevaba a concurso de acreedores (nos llevó). Cuando salía de tratar de recuperar una línea de crédito de la central provincial de un banco, sin éxito, y con un estado de tensión totalmente fuera de lo saludable, me encontré con un consultor conocido. No se debe mostrar la alta tensión, va en el sueldo mostrar serenidad, así que le saludé y me invitó a un café. Me preguntó “¿qué tal os va?” y le dije “con ciertas dificultades por la situación” (sin mostrar desesperación). Me aconsejó montar equipos de creatividad de soluciones, charlas de motivación positiva y alguna cosa más de este tipo. Esto es como ponerse a ordenar la cubierta del Titanic.

Un consultor avezado y buen profesional sabría que nuestra empresa, por el sector, estaría en muy graves problemas por la situación y no daría esas recetas sin sentido. Un consultor debe tener una visión muy rápida y certera de la situación (a corroborar con datos), un conocimiento de posibles soluciones (si las hay) y elegir las más adecuadas a los medios y plazos de la empresa.

Como todo en la vida, hay todo tipo de consultores. Un médico, en gran medida, es un consultor. Debe acertar en el diagnóstico y en la mejor propuesta de terapia para el paciente. Si tienes una enfermedad muy grave, de esas de veinte horas de quirófano, no te debe recomendar yoga, te debe meter al quirófano y operar. Muchos profesionales: abogados, médicos, asesores fiscales, arquitectos, ingenieros, …etc., son consultores. Si nuestro problema es grave buscaremos profesionalidad en el consultor.

En el caso de mi empresa que comentaba al principio, con un buen abogado laboralista y un buen consultor de dirección, resistimos mucho más de lo previsto. Estos dos consultores tenían muchas cicatrices de muchas batallas. Fuimos a concurso de acreedores, la empresa se disolvió y se creó una nueva mucho más pequeña. Siguiendo el ejemplo del médico, había que “amputar” muchas partes y el enfermo no se dejaba.

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